viernes, 28 de marzo de 2014

2º Encuentro de formación para catequistas de nuestra comunidad parroquial

Agradecemos el acompañamiento y la charla al Padre Rubén Revello en esta noche, dentro del ciclo de charlas para formación permanente de catequistas de nuestra comunidad parroquial.












lunes, 24 de marzo de 2014

25 de Marzo; Solemnidad de La anunciación del Señor

La solemnidad de la Anunciación del  Señor la celebramos el día 25 de marzo. Es natural que se celebre exactamente nueve meses antes de su nacimiento, el día 25 de diciembre.  La Anunciación del Señor se comenzó a celebrar en el año 430 en el este y en el oeste se ha
celebrado desde el siglo siete.  Por un largo tiempo la Iglesia cambió el nombre de esta fiesta a La Anunciación de la Santísima Virgen María pero, últimamente, se ha retomado el nombre original, La Anunciación del Señor.  En realidad, esta fiesta une y honra a Jesús y a María, quien llega a ser la Madre de Dios. 
La Iglesia, en su riqueza litúrgica, celebra esta solemnidad en conmemoración del salvífico "fiat" de la Palabra Encarnada, el que al entrar al mundo dijo:  "Aquí  estoy, Señor, para hacer tu
voluntad"(Heb. 10,5-7).  No debe de
sorprendernos que la Santísima Virgen haya respondido en igual forma al anuncio del ángel:  "Yo soy la sierva del Señor; hágase en mi lo que has dicho" (Luc. 1,38).  La fiesta conmemora el comienzo de la redención y la unión indisoluble y divina  de la naturaleza humana y la divina en la persona de Jesús. 
Con relación a María, el día 25 de marzo se celebra la fiesta de la Nueva Eva, la virgen obediente y fiel que, con su generoso "Si-fiat", llegó a ser la Madre de Dios por obra del Espíritu Santo y la Madre de los vivientes.  Recibiendo en su vientre al único Mediador, llegó a ser
verdadera Arca de la Nueva Alianza y verdadero templo de Dios.  La Iglesia
celebra esta fiesta como el momento
culminante del diálogo salvífico entre Dios y la persona humana y, también, como conmemoración del consenti-
miento y cooperación libre de la Virgen María en el plan redentor de Dios.
El misterio de la fiesta de la Encarnación de la segunda Persona de la Trinidad en el vientre de la Virgen María es el eje de la historia total de la raza humana:  "La plenitud de los tiempos ha llegado".  Por su orgullo y desobediencia, Adán pecó contra la voluntad de Dios.  Quería ser como Dios.  En cambio, el Hijo Eterno del Padre, como el "Nuevo Adán", ofrece reparación tomando la
naturaleza humana para redimirla. La humanidad, que mereció la muerte por la desobediencia de Eva, se le da una nueva madre en María por su sumisión y
dedicación a la voluntad de Dios.  Sólo después de María haber aceptado las
palabras del ángel, se hizo realidad el gran misterio, el evento mayor de la
historia del mundo: "El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros".
¿En qué forma podríamos nosotros pronunciar nuestro "Si" para que Jesús se forme en nosotros?  Aceptando las tareas y acontecimientos de nuestra vida diaria con sus alegrías y tristezas, triunfos y
fracasos. Aceptándonos tal como somos y amándonos como nos ama Dios.  Dando gracias a Dios por tantas bendiciones que nos concede, aún cuando no las reconocemos.  Entregando al Señor todos nuestros temores y abriéndonos a la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas.

Inicio de actividades en el Complejo educativo Ntra. Sra. de Itatí

"La educación católica es uno de los desafíos más importantes para la Iglesia”, comprometida en la nueva evangelización en medio de un contexto histórico y cultural en constante transformación, afirmó el Papa Francisco en su discurso a losparticipantes en la plenaria de la Congregación para la Educación Católica en la Sala Clementina del Vaticano.

La agenda de la plenaria está centrada en la actualización de la Constitución Apostólica Sapientia Christiana, la consolidación de la identidad de las universidades católicas y la preparación de dos aniversarios en el año 2015: el 50 de la declaración conciliar Gravissimum educationis y el 25 de la Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae, que regula a todas las universidades católicas del mundo.

Francisco ha propuesto a los participantes tres aspectos al respecto: el valor del diálogo en la educación, la preparación calificada de los formadores y la responsabilidad de las instituciones educativas:

“Efectivamente –ha dicho refiriéndose al primer punto–, las escuelas y universidades católicas son frecuentadas por muchos estudiantes no cristianos e incluso no creyentes. Las instituciones católicas ofrecen a todos una propuesta educativa que tiene como objetivo el desarrollo integral de la persona, que responde al derecho de todo ser humano a tener acceso al saber y al conocimiento”.

“Pero, están igualmente llamadas a ofrecer a todos, con pleno respeto a la libertad de cada individuo y de los métodos propios del entorno escolar, la propuesta cristiana, es decir Jesucristo como sentido de la vida, del universo y de la historia. Jesús comenzó a predicar la buena nueva en la ‘Galilea de los gentiles’, una encrucijada de personas de diferente raza, cultura y religión”.

Ese contexto, explicó el Papa, “es similar en algunos aspectos al mundo de hoy. Los profundos cambios que han llevado a la difusión, cada vez más amplia, de sociedades multiculturales, exigen a cuantos trabajan en la escuela y en la universidad que se involucren en itinerarios educativos de intercambio y diálogo, con una fidelidad valiente e innovadora que sepa favorecer el encuentro de la identidad católica con las diferentes ‘almas’ de la sociedad multicultural”.

Hablando del segundo aspecto, la preparación calificada de los formadores, el Papa ha señalado que “no se puede improvisar” y que “se debe hacer seriamente”. Asimismo recordó que durante su encuentro con los Superiores Generales, subrayó que la educación en nuestros días “está dirigida a una generación que cambia, y que, por tanto, todo educador –y toda la Iglesia que es madre educadora– están llamados a 'cambiar' en el sentido de ser capaces de comunicarse con los jóvenes que tienen enfrente”.

“La educación es un acto de amor, es dar vida. Y el amor es exigente, pide emplear mejor los recursos, apaciguar las pasiones e iniciar un camino de paciencia junto a los jóvenes. El educador en las escuelas católicas debe primero ser muy competente y calificado, y al mismo tiempo, lleno de humanidad, capaz de estar entre los jóvenes con estilo pedagógico para promover su crecimiento humano y espiritual. Los jóvenes necesitan educación de calidad y de igual modo valores, no solo enunciados, sino atestiguados. La coherencia es un factor indispensable en la educación de los jóvenes. ¡Coherencia! No se puede hacer crecer, no se puede educar sin coherencia: coherencia, testimonio”.

El Santo Padre resaltó que “por eso el educador necesita él mismo una formación permanente. Es necesario invertir para que los docentes y los dirigentes puedan mantener alta su profesionalidad y también su fe y la fuerza de sus motivaciones espirituales. Y también en esta formación permanente me permito sugerir la necesidad de retiros y ejercicios espirituales para los educadores”.

“Es bello hacer cursos sobre este aspecto, pero también es necesario hacer los ejercicios espirituales, retiros, ¡para rezar! Porque la coherencia es un esfuerzo, pero es sobre todo un don y una gracia. ¡Y debemos pedirla!

En cuanto a la responsabilidad de las instituciones educativas de “expresar una presencia viva del Evangelio en el campo de la educación, la ciencia y la cultura”, el Papa Francisco ha reiterado la necesidad de que las instituciones académicas católicas “no se aíslen del mundo sino que sepan entrar con valentía en el Areópago de las culturas actuales y entablar diálogo, conscientes del don que tienen que ofrecer a todos”.

“La educación –concluyó– es un gran patio abierto, en el que la Iglesia siempre ha estado presente con sus propias instituciones y proyectos. Hoy tenemos que fomentar este compromiso a todos los niveles para renovar la tarea de todos aquellos que están comprometidos en la perspectiva de la nueva evangelización”La educación católica es uno de los desafíos más importantes para la Iglesia”, comprometida en la nueva evangelización en medio de un contexto histórico y cultural en constante transformación, afirmó el Papa Francisco en su discurso a los participantes en la plenaria de la Congregación para la Educación Católica en la Sala Clementina del Vaticano.

La agenda de la plenaria está centrada en la actualización de la Constitución Apostólica Sapientia Christiana, la consolidación de la identidad de las universidades católicas y la preparación de dos aniversarios en el año 2015: el 50 de la declaración conciliar Gravissimum educationis y el 25 de la Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae, que regula a todas las universidades católicas del mundo.

Francisco ha propuesto a los participantes tres aspectos al respecto: el valor del diálogo en la educación, la preparación calificada de los formadores y la responsabilidad de las instituciones educativas:

“Efectivamente –ha dicho refiriéndose al primer punto–, las escuelas y universidades católicas son frecuentadas por muchos estudiantes no cristianos e incluso no creyentes. Las instituciones católicas ofrecen a todos una propuesta educativa que tiene como objetivo el desarrollo integral de la persona, que responde al derecho de todo ser humano a tener acceso al saber y al conocimiento”.

“Pero, están igualmente llamadas a ofrecer a todos, con pleno respeto a la libertad de cada individuo y de los métodos propios del entorno escolar, la propuesta cristiana, es decir Jesucristo como sentido de la vida, del universo y de la historia. Jesús comenzó a predicar la buena nueva en la ‘Galilea de los gentiles’, una encrucijada de personas de diferente raza, cultura y religión”.

Ese contexto, explicó el Papa, “es similar en algunos aspectos al mundo de hoy. Los profundos cambios que han llevado a la difusión, cada vez más amplia, de sociedades multiculturales, exigen a cuantos trabajan en la escuela y en la universidad que se involucren en itinerarios educativos de intercambio y diálogo, con una fidelidad valiente e innovadora que sepa favorecer el encuentro de la identidad católica con las diferentes ‘almas’ de la sociedad multicultural”.

Hablando del segundo aspecto, la preparación calificada de los formadores, el Papa ha señalado que “no se puede improvisar” y que “se debe hacer seriamente”. Asimismo recordó que durante su encuentro con los Superiores Generales, subrayó que la educación en nuestros días “está dirigida a una generación que cambia, y que, por tanto, todo educador –y toda la Iglesia que es madre educadora– están llamados a 'cambiar' en el sentido de ser capaces de comunicarse con los jóvenes que tienen enfrente”.

“La educación es un acto de amor, es dar vida. Y el amor es exigente, pide emplear mejor los recursos, apaciguar las pasiones e iniciar un camino de paciencia junto a los jóvenes. El educador en las escuelas católicas debe primero ser muy competente y calificado, y al mismo tiempo, lleno de humanidad, capaz de estar entre los jóvenes con estilo pedagógico para promover su crecimiento humano y espiritual. Los jóvenes necesitan educación de calidad y de igual modo valores, no solo enunciados, sino atestiguados. La coherencia es un factor indispensable en la educación de los jóvenes. ¡Coherencia! No se puede hacer crecer, no se puede educar sin coherencia: coherencia, testimonio”.

El Santo Padre resaltó que “por eso el educador necesita él mismo una formación permanente. Es necesario invertir para que los docentes y los dirigentes puedan mantener alta su profesionalidad y también su fe y la fuerza de sus motivaciones espirituales. Y también en esta formación permanente me permito sugerir la necesidad de retiros y ejercicios espirituales para los educadores”.

“Es bello hacer cursos sobre este aspecto, pero también es necesario hacer los ejercicios espirituales, retiros, ¡para rezar! Porque la coherencia es un esfuerzo, pero es sobre todo un don y una gracia. ¡Y debemos pedirla!

En cuanto a la responsabilidad de las instituciones educativas de “expresar una presencia viva del Evangelio en el campo de la educación, la ciencia y la cultura”, el Papa Francisco ha reiterado la necesidad de que las instituciones académicas católicas “no se aíslen del mundo sino que sepan entrar con valentía en el Areópago de las culturas actuales y entablar diálogo, conscientes del don que tienen que ofrecer a todos”.

“La educación –concluyó– es un gran patio abierto, en el que la Iglesia siempre ha estado presente con sus propias instituciones y proyectos. Hoy tenemos que fomentar este compromiso a todos los niveles para renovar la tarea de todos aquellos que están comprometidos en la perspectiva de la nueva evangelización”.

La Legión de María de la Comunidad Ntra. Sra. de Itatí celebró el Acies


Dada la importancia que tiene para la Legión la devoción a María, cada año se consagrarán a Ella los legionarios, individual y colectivamente, el día 25 de marzo -o en una fecha lo más cercana a ésa- en un acto solemne llamado acies.
Esta voz latina -que significa un ejército en orden de batalla- designa con propiedad la ceremonia en que se reúnen los legionarios de María para renovar su homenaje a la Reina de la Legión, y para recibir de Ella fuerza y bendición para otro año más de lucha contra las fuerzas del mal. Acies contrasta con praesidium: el primero representa a la Legión congregada, en formación; el segundo, a la misma Legión repartida en diversas banderas, entregada cada cual a su propio campo de operaciones.
Puesto que el acies es el gran acto central del año para la Legión, es necesario subrayar la importancia de que acudan todos los socios. La idea fundamental de la Legión -en que estriba todo lo demás- es que se trabaja en unión con María, su Reina, y bajo su mando. El acies es una declaración solemne de dicha unión y dependencia, la renovación -individual y colectiva- de la declaración legionaria de lealtad. Si algún legionario, pues, pudiendo acudir a la función, no acude, da a entender manifiestamente que no tiene nada o muy poco del espíritu de la Legión, y que no la beneficia gran cosa con haberse alistado en sus filas.
El procedimiento es como sigue:
En el día señalado para la ceremonia se reunirán los legionarios, si es posible, en alguna iglesia, donde se habrá colocado en sitio conveniente una imagen de María Inmaculada, adornada de flores y luces, y delante de ella un modelo grande del vexillum de la Legión, descrito en el capítulo 27.
Empieza la función con un himno, y sigue después el rezo de las oraciones iniciales de la Legión, incluyendo el rosario. A continuación, un sacerdote explicará el significado del acto de consagración que se va a hacer; después de la plática, se inicia la procesión hacia la imagen de la Virgen. Van primero los directores espirituales, de uno en uno. Luego los legionarios, también de uno en uno, o de dos en dos si son muchos. Al llegar al vexillum, cada uno -o cada par- se detiene, coloca su mano en el asta del mismo y pronuncia en voz alta, como acto de consagración individual, estas palabras: Soy todo tuyo, Reina mía, Madre mía, y cuanto tengo tuyo es. Dicho esto, el legionario deja el vexillum, hace una pequeña inclinación de cabeza y se retira. Si por el crecido número de legionarios resultase el desfile largo y monótono, se podrá amenizar el acto con alguna música adecuada.
No se debe usar más de un vexillum; duplicarlos abreviaría el acto, pero destruiría su unidad. Y, además, la prisa añadiría una nota discordante. La característica particular del acies deberá ser su orden y dignidad.
Vueltos a sus puestos todos los legionarios, un sacerdote lee en voz alta el acto de consagración a nuestra Señora en nombre de todos los presentes. Después, todos en pie, rezan las oraciones de la catena. Luego sigue la Bendición con el Santísimo, y se termina con las oraciones finales de la Legión y el canto de un himno, y el Acies.
Si es posible, inclúyase en el programa la celebración de la Eucaristía, en vez de la Bendición con el Santísimo. Los otros detalles de la ceremonia permanecerían igual. La Eucaristía asumiría en si todas las consagraciones y ofrendas ya hechas, y serviría para presentarlas al Padre Eterno mediante el "único Mediador" y en el Espíritu Santo, y en las manos maternales de "la generosa compañera y humilde esclava del Señor" (LG, 61).
La citada fórmula de consagración: Soy todo tuyo, Reina mía, Madre mía, y cuanto tengo tuyo es, no debe pronunciarse mecánicamente, sin meditarla. Cada socio debe condensar en ella el más alto grado de comprensión y gratitud profunda. Para ayudarse a conseguirlo debería estudiar la Síntesis mariana que aparece en este Manual como apéndice 11. Tal síntesis resume el papel singular desempeñado por María en el plan divino de la salvación, y, por consiguiente, el deber de gratitud que cada uno ha contraído con Ella. Tal vez se podría hacer de esa síntesis el tema de la lectura espiritual y de la allocutio en la junta del praesidium precedente al acies. Se ha sugerido que se use también como el acto colectivo de consagración en la ceremonia misma.